El mundo del motociclismo está lleno de rituales y tradiciones, y uno de los más universales es el uso de equipo de protección. Cascos, guantes reforzados y, por supuesto, los famosos protectores corporales -hombreras, coderas, protectores de espalda y rodilleras- se han convertido en sinónimo de seguridad. Sin embargo, un análisis más detallado de las normas y la efectividad real de estas protecciones plantea preguntas intrigantes sobre la verdadera utilidad de algunos de este equipo.
La «Ilusión de Protección»: Lo que dicen las Normas
Según la norma europea EN 1621, la protección corporal certificada debe ser capaz de absorber y transmitir una fuerza máxima de 18 kN para el nivel 1 (C1) y 9 kN para el nivel 2 (C2). En teoría, esto debería garantizar un alto nivel de seguridad. Sin embargo, cuando comparamos estas especificaciones con los límites de tolerancia del cuerpo humano, la discrepancia se hace evidente: los huesos más fuertes del cuerpo humano, como el fémur, tienen una resistencia a la fractura inferior a 4 kN. Así, incluso los protectores más «avanzados» no ofrecen una seguridad significativa en caso de un impacto severo.
Los estudios realizados en la última década refuerzan esta idea. La investigación de Liz de Rome (2011) y Meredith (2019) mostró que, si bien los protectores reducen el riesgo de abrasiones y cortes, su efectividad en la prevención de fracturas, dislocaciones o esguinces es, en el mejor de los casos, limitada.
Realidad de la Industria: ¿Regulación o Proteccionismo?
Una de las razones para la adopción generalizada de estos protectores no es tanto su efectividad, sino más bien un problema de mercado. Las normas europeas requieren que cualquier prenda con clasificación de seguridad para motocicletas (A, AA o AAA) incluya estos protectores. Este requisito, aunque parece ser una medida de seguridad, crea, en la práctica, una barrera para marcas no especializadas como Levi’s o Patagonia, que no pueden competir con marcas tradicionales de motocicletas como Dainese o Alpinestars. Este fenómeno, conocido como «captura regulatoria», ocurre cuando las regulaciones creadas para proteger a los consumidores son manipuladas por las industrias para eliminar la competencia.
Más preocupante es el hecho de que estas normas no fomentan innovaciones reales. Dado que las normas son mínimas, los fabricantes no tienen un incentivo económico para desarrollar protecciones más efectivas, ya que cualquier mejora significativa implicaría costos adicionales.
Soluciones y… Reflexión
¿Significa esto que deberíamos abandonar por completo el uso de protectores? La respuesta es un claro absolutamente no. Algunos equipos, como protectores de espalda independientes de alta calidad o airbags para motocicletas, superan con creces las normas EN 1621, ofreciendo una protección mucho más sustancial. Estos dispositivos, aunque más caros, representan una verdadera evolución en seguridad.
Sin embargo, también es válido cuestionar si los protectores estándar integrados en chaquetas y pantalones cumplen con su propósito publicitado. Para muchos motociclistas, la solución podría ser personalizar su equipo, retirando protectores ineficaces y optando por alternativas de mayor calidad. La libertad de movimiento, combinada con una cuidadosa elección de equipo, puede aumentar el placer de conducir sin comprometer significativamente la seguridad.
La seguridad en motocicleta va más allá del equipo; se trata de conducción defensiva, conciencia situacional y respeto por las limitaciones humanas y mecánicas. Como consumidores, depende de nosotros cuestionar los estándares y exigir mejoras reales.