A medida que el presidente electo Donald Trump se prepara para asumir el cargo, su ambicioso plan de imponer un arancel del 25 por ciento a todas las importaciones de México y Canadá ha enviado ondas de choque a través de la industria automotriz global. Los fabricantes de automóviles europeos, que dependen en gran medida de las cadenas de suministro integradas de América del Norte, enfrentan un posible trastorno, con los costos de producción y las ganancias en juego.
Las políticas comerciales de Trump, destinadas a frenar la inmigración ilegal y detener el tráfico de fentanilo, podrían desmantelar décadas de colaboración económica bajo el acuerdo USMCA, obligando a los fabricantes de automóviles a reevaluar sus estrategias. La pregunta ahora es si marcas como Audi, BMW, Mercedes-Benz y Volkswagen pueden resistir la tormenta o enfrentar un cambio sísmico en sus operaciones.
Una crisis inminente para las marcas europeas
Los aranceles propuestos por Trump afectarían a los fabricantes de automóviles que han dependido de la base de producción eficiente en costos de México. Casi el 90 por ciento de los vehículos producidos en México son exportados, siendo Estados Unidos responsable de tres cuartas partes de ese total. Para gigantes europeos como Audi, Stellantis y Volkswagen, que mantienen operaciones significativas al sur de la frontera, los aranceles podrían significar un desastre financiero.
- Volkswagen, por ejemplo, produce su popular Tiguan SUV completamente en México. Con un aumento del 50 por ciento en ventas el año pasado, el Tiguan ha sido una piedra angular del éxito de VW en EE. UU. Sin embargo, los aranceles podrían hacer que el modelo sea económicamente inviable para los compradores estadounidenses.
- Audi, cuyo Q5 SUV representa el 29 por ciento de sus ventas en EE. UU., no tiene instalaciones de producción en América que amortigüen el golpe. Los analistas advierten que esta dependencia de la producción mexicana podría afectar gravemente las ganancias de Audi.
- Stellantis, el fabricante de los modelos Jeep y RAM, podría enfrentar el mayor impacto, con algunos modelos fabricados exclusivamente en México. Según S&P Global Ratings, el arancel podría costarle a la empresa hasta un 15 por ciento en ganancias operativas.
Incluso marcas premium como BMW y Mercedes-Benz, que cuentan con plantas de fabricación en EE. UU., no escaparán ilesas, ya que México también suministra componentes críticos para sus líneas de ensamblaje americanas.
Una cadena de suministro enredada bajo amenaza
México es el cuarto mayor productor de piezas automotrices del mundo, alimentando una intrincada cadena de suministro que mantiene en funcionamiento las líneas de ensamblaje de EE. UU. Los aranceles a las importaciones podrían interrumpir este flujo, obligando a los fabricantes de automóviles a revisar sus estrategias de producción, un proceso que los expertos advierten que podría llevar años.
Según Pedro Pacheco de Gartner, “No se trata solo de trasladar el ensamblaje final a EE. UU.; los fabricantes de automóviles dependen de miles de piezas fabricadas en México. Desenredar esa cadena de suministro será una pesadilla logística.”
El acuerdo UE-México ofrece un alivio temporal
Los fabricantes de automóviles europeos pueden encontrar una salvación en el recién reformado acuerdo comercial UE-México, que promete tasas de exportación favorables hacia México. Sin embargo, esto ofrece poco alivio para las marcas que exportan vehículos a EE. UU. bajo las tarifas propuestas por Trump. Mientras empresas como Volkswagen planean trasladar la producción del Golf a México para 2027 para reducir costos laborales, estos vehículos están destinados a Europa, dejando expuestas las operaciones en EE. UU.
¿Pueden los fabricantes de automóviles adaptarse a tiempo?
Las posibles tarifas llegan en un momento en que los fabricantes de automóviles ya enfrentan desafíos significativos. Las marcas europeas están lidiando con:
- Caída de ventas en China, su mayor mercado fuera de EE. UU.
- Regulaciones de emisiones más estrictas en Europa.
- Disputas laborales, particularmente para empresas como Stellantis.
La agresiva política comercial de Trump podría agravar estas luchas, dejando a los fabricantes de automóviles tratando de adaptar sus estrategias. Mover la producción a EE. UU. es una opción, pero requiere tiempo y una inversión de capital masiva, lo cual puede no ser factible para todos los fabricantes.
¿Qué sigue para la industria automotriz?
A medida que Trump se prepara para asumir el cargo, la industria automotriz se prepara para posibles turbulencias. El acuerdo USMCA, que una vez se vio como una fuerza estabilizadora, ahora enfrenta incertidumbre bajo la ambiciosa agenda proteccionista de Trump. Para los fabricantes de automóviles europeos, las apuestas no podrían ser más altas. Sin una adaptación rápida, marcas como Audi y Volkswagen corren el riesgo de perder su posición en el lucrativo mercado estadounidense.
Mientras tanto, la propuesta de Trump de aumentar el gasto en defensa de la OTAN al 5 por ciento del PIB ya ha tensado los presupuestos europeos, lo que hace aún más difícil para los fabricantes de automóviles absorber costos adicionales por aranceles.
Con la industria automotriz global en vilo, una cosa es clara: el segundo mandato de Trump está destinado a redefinir el equilibrio de poder en el comercio internacional. Para los fabricantes de automóviles europeos, la carrera está en marcha para adaptarse—o arriesgarse a quedar rezagados.